Encontrarte de repente
en cualquier esquina
de una rayuela
y confesarte toda mi vida
de un solo asalto;
llámame Amaya,
tú voz de octubre
y ojos de mayo.
Pero qué irónico pensar
que solo puedo verte
en las calles de la revolución.
Qué tontería imaginar
que camino sin buscarte
pero sabiendo
que ando para encontrarte.