martes, 24 de abril de 2012

Mi otra yo

Lo mató. Lo mató a fuerza de blues. Fue rápido, tan sólo duró toda la noche.
Lo mató a fuerza de lágrimas, la única forma de no dejar huellas que permitieran llegar a ella.


lunes, 23 de abril de 2012

Ojos de india

Cuando el maestro me consiguió un saxo que te hubieras muerto de risa si lo ves, entonces creo que me di cuenta en seguida. La música me sacaba del tiempo, aunque no es más que una manera de decirlo. Si quieres saber lo que realmente siento, yo creo que la música me metía en el tiempo. Pero entonces hay que creer que este tiempo no tiene nada que ver con... bueno, con nosotros, por decirlo así.

Me dijo que tengo piel de terciopelo
(para poder robarme un beso),
pero no caí en la trampa
porque mi piel
es del latón
de un saxofón de lluvia.
Que tengo la cabeza muy cuerda,
pero en realidad ni siquiera
doy cuerda a los relojes:
son de sol, o de luna,
o de arena que sellé a fuego
para que no escapara
ni un sólo grano de tiempo.
Que ando siempre como perdida,
pero yo no sigo al asfalto
sino que dejo que los lunares de mis pies
me sirvan de guías.
Y en fin, que no tengo mirada de gato
sino de niña india;
qué quieres que le haga,
si tengo los ojos empapados de la vida.

domingo, 15 de abril de 2012

Llueve sobre mojado

¿Para qué querrá la lluvia
lloverle al mar?
Porque le gustan los refranes con su nombre,
o por envidia quizás.
Una estrella fugaz
contra el universo
y su eternidad.

Círculo azul

Comenzaron a hablar no recordaba bien de qué, y tampoco le alcanzaba la memoria a qué número exacto de cervezas ella le ofreció pasar la luna en el mismo colchón. Aceptó, claro, cuántas noches sin una respiración en su cuello...
Ella se atrevió a cogerlo de la mano en ese paseo, y él no dejaba de buscar algo que le llamara la atención para poder volver a buscarla. Y entonces tropezó y se sintió un poco Quincampoix al descubrirse siguiendo las flechas azules que lo llevaron a un portal con un olor a corazón de verdura que no encontraría en ningún rincón de la ciudad.
En ese colchón fue donde ella le regaló por primera vez su sonrisa de Amelie.
Cuando volvió por el camino azul al día siguiente ella ya no estaba, se había esfumado sin dejar más huellas "Poulain" que le permitieran decirle dos palabras.
Pasó el tiempo, cervezas en dosis individuales y una terrible soledad. Pero todo se cura, dicen, y en el mismo bar conoció a otra mujer, como si el faubleux destin quisiera ayudarlo a olvidar. Ella le ofreció su casa: "no es gran cosa, ya sabes, piso alquilado".
Pero se arrepintió de aceptar cuando se sorprendió con esa sensación-Quincampoix siguiendo aquellas flechas azules otra vez. Si era broma no tenía gracia. Llegó a ese portal de la verdulería y quiso volver. Pero ese pelo negro del mismo color que la mirada que tenía enfrente no se lo permitió. Así que subió al ascensor y él pulsó el botón del 5. "¿Cómo lo sabes?". "Intuición". Y también la guió por ese pasillo hasta la cama en la que cada beso le supo como una magdalena de libro, a pastel de cerezas.