lunes, 23 de abril de 2012

Ojos de india

Cuando el maestro me consiguió un saxo que te hubieras muerto de risa si lo ves, entonces creo que me di cuenta en seguida. La música me sacaba del tiempo, aunque no es más que una manera de decirlo. Si quieres saber lo que realmente siento, yo creo que la música me metía en el tiempo. Pero entonces hay que creer que este tiempo no tiene nada que ver con... bueno, con nosotros, por decirlo así.

Me dijo que tengo piel de terciopelo
(para poder robarme un beso),
pero no caí en la trampa
porque mi piel
es del latón
de un saxofón de lluvia.
Que tengo la cabeza muy cuerda,
pero en realidad ni siquiera
doy cuerda a los relojes:
son de sol, o de luna,
o de arena que sellé a fuego
para que no escapara
ni un sólo grano de tiempo.
Que ando siempre como perdida,
pero yo no sigo al asfalto
sino que dejo que los lunares de mis pies
me sirvan de guías.
Y en fin, que no tengo mirada de gato
sino de niña india;
qué quieres que le haga,
si tengo los ojos empapados de la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario