domingo, 15 de abril de 2012

Círculo azul

Comenzaron a hablar no recordaba bien de qué, y tampoco le alcanzaba la memoria a qué número exacto de cervezas ella le ofreció pasar la luna en el mismo colchón. Aceptó, claro, cuántas noches sin una respiración en su cuello...
Ella se atrevió a cogerlo de la mano en ese paseo, y él no dejaba de buscar algo que le llamara la atención para poder volver a buscarla. Y entonces tropezó y se sintió un poco Quincampoix al descubrirse siguiendo las flechas azules que lo llevaron a un portal con un olor a corazón de verdura que no encontraría en ningún rincón de la ciudad.
En ese colchón fue donde ella le regaló por primera vez su sonrisa de Amelie.
Cuando volvió por el camino azul al día siguiente ella ya no estaba, se había esfumado sin dejar más huellas "Poulain" que le permitieran decirle dos palabras.
Pasó el tiempo, cervezas en dosis individuales y una terrible soledad. Pero todo se cura, dicen, y en el mismo bar conoció a otra mujer, como si el faubleux destin quisiera ayudarlo a olvidar. Ella le ofreció su casa: "no es gran cosa, ya sabes, piso alquilado".
Pero se arrepintió de aceptar cuando se sorprendió con esa sensación-Quincampoix siguiendo aquellas flechas azules otra vez. Si era broma no tenía gracia. Llegó a ese portal de la verdulería y quiso volver. Pero ese pelo negro del mismo color que la mirada que tenía enfrente no se lo permitió. Así que subió al ascensor y él pulsó el botón del 5. "¿Cómo lo sabes?". "Intuición". Y también la guió por ese pasillo hasta la cama en la que cada beso le supo como una magdalena de libro, a pastel de cerezas.

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