miércoles, 18 de enero de 2012

Año nuevo (y nada más)

Al acabar los años
la gente tiene la estúpida costumbre
de hacer inventarios
al calor de la lumbre.
Yo hago catálogos
de cosas que me mueven:
las nueces partidas por la mitad
porque parecen un corazón salado
(aunque siempre se me rompen
en pedazos entre las manos).
La palabra todavía,
símbolo de la esperanza.
Inventarme mundos al revés
y en cada calle siempre teatro y danza.
Pero no puedo soportar
que me miren cuando escribo
porque es como si me violaran la mente.
Tampoco tener que frotar los ojos
cuando están cansados
para poder seguir mirando
(qué injusto que haya número límite
de cosas para observar cada día).
Mi fin de año se reduce
a reflexiones:
el amor proviene de la guerra
y también viceversa.
Y ojala que el 2011
hubiese sido bisiesto,
por aquello de joder al tiempo
y poder alargar un te quiero.

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