miércoles, 11 de enero de 2012

Necesario amanecer (II)

A mi alma de violín


Era la típica figura
por la que todos se giran,
la que todos quieren ver mejor.
Derrochaba melancolía
con cada...¿paso?
No, no andaba; se movía
con pasos, sí, pero...
sus talones jamás llegaron a tocar el suelo
y tampoco sus rodillas.
Sus pasos eran de baile. Bailaba.
Teñía la luz de gris,
llenaba el aire de soledad fría,
caliente, apacible,
demoledoramente vacía.
Se enamoraban de ella
más por pena que por amor,
más por su belleza
y por compasión;
pero hacía tiempo que andaba con alguien
que la hacía feliz y no.
Ella era feliz con la danza,
era libre pero esclava
de ella misma y su pasión.
Pobre corazón,
ya latía a ritmo de pianos y violines
incluso sobre el colchón,
enviaba un do-re-la-sol-la-do
(pero nunca un mi)
cada noche
mezclado con la sangre y el alcohol.

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