lunes, 9 de enero de 2012

Wounds

Un día de estos me voy a hacer una herida en la carne lo suficientemente grande como para que quepan en ella un par de dedos. No sé aún si en la pierna o el estómago, para que pueda maniobrar bien con las dos manos. O en el cerebro, ¿os imagináis? Tocar el botoncito de las cosquillas y reír sin parar o el botón de la melancolía. Cada vez que lo recuerde la volveré a abrir, me llenaré de sangre y líquidos infectados y lágrimas (aunque lo iré perfeccionando hasta no llorar), de trozos de músculos o de vísceras.
¿Qué pasa? ¿Por qué esas caras de asombro? Lo mismo pasa con las heridas que llevo en el alma y nadie se sorprende ni preocupa si me empeño en morir de dolor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario