miércoles, 17 de noviembre de 2010

Es una pena



Un hombre rompe ese silencio del autobús con una cancioncilla. Resulta agradable ver a alguien feliz entre tantas caras largas enfadadas con el mundo. Se aproxima a mí y se acomoda en un asiento cercano, lo suficiente como para que me dé cuenta de que esa alegría es fruto del alcohol, de que todo es mentira. Y es una pena.


Es una pena que la única manera de parecer feliz hoy en día sea en la soledad de una barra de bar, una pena que se sustituyan sentimientos por fórmulas matemáticas carentes de sentido moral, que ya no se disfrute con las cabriolas de un animalillo contento, que no se pase tiempo con los seres amados, que no nos hagan sonrojar las bonitas palabras y sonrisas de un viandante…
En definitiva, es una pena que no se valore nada de lo que se tiene o, mejor aun, de lo que se puede conseguir. Menos mal que aún me quedan razones para sonreír.
La alegría de mi hermana, el abrazo de la amistad, los besos y sonrisas de mi amor, la poesía de Álvaro, un café, un libro en una plaza adoquinada, una nota escrita con prisa pero con buena letra de mi abuela –estoy fuera. La comida está hecha-, el gato de mi armario, las risas, los recuerdos italianos, escribir, sentir el mar en mi piel…
Menos mal que aun me quedan motivos para ser feliz.

3 comentarios:

  1. Es curioso, yo también había llegado a una conclusión parecida. A la gente le cuesta sonreír. Voy en el metro y me doy cuenta de que detrás de todos esos rostros serios y sumisos hay infinidad de sentimientos, infinidad de personalidades. Algunos están tristes, otros contentos, otros indiferentes, pero ninguno lo exterioriza.
    Genial tu blog, señorita maCHACÓNa xDDDD

    Un besoooorrgh!

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  2. Exacto, me dio mucha pena ver eso,y necesité contarlo. Gracias por comprenderlo, Rickus! :)your blog is also fanthastic ;)
    Un abrazo

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