domingo, 7 de noviembre de 2010

Ser poeta

Adoro escribir, leer, llorar la poesía. Es una sensación tan genialmente única el saber que alguien sintió el verso que posees solamente tú entre tus manos, en esa precisa pizca de eternidad, con cierto olor a paso del tiempo pero tan válido como hace años... O una sencilla historia de amor, censurada por alguien que no consiguió ser amado y condenó por tan enorme desdicha a generaciones completas a no conocer lo bello de tal fuerza. Es algo tan parecido a ser dios... crear algo sobre papel con tus propias manos, pero que nace de mucho más adentro, de ese lugar en que duele cuando se acaba el amor, donde se ríe al ver la sonrisa de un amigo, donde se llora de felicidad, donde todo se colapsa al sentir que algo no va bien, allí donde la perplejidad se abre paso por creer que alguien desconocido pensaba en ti al escribir un poema, el único lugar en donde se puede ser libre por completo de cualquier cadena...De ese lugar tan desconocido por algunos nace la más maravillosa obra de la creación, esa capaz de cambiar del odio al amor, de la indiferencia al llanto, capaz de llegar a todos los rincones del universo y de emocionar a todos los moradores de Gea.
Eso es lo que poca gente aprecia al leer un poema, y lo que mucha gente ni sospecha cuando se encuentra ante un montón de versos empalagosos y aburridos de un chalado poeta.

Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca

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