lunes, 18 de octubre de 2010

No podía ser de otra manera, todo se remonta a ti.
Te conocí y supe que ibas a ser especial; y vaya que si lo fuiste. ERES especial. Noté que encajabas conmigo, que el hueco de la amistad de mi corazón lo llenabas con tu sola presencia. Tu sonrisa es siempre un soplo de aire fresco, me haces feliz, me comprendes, pensamos de manera idéntica, sabemos lo que siente la otra tan sólo con mirarla.
Todo comenzó en aquel mar de olas verdes, esa clase en mitad de la huerta. Y poco a poco nuestra amistad iba ganando terreno a cualquier adversidad. Nos convertimos en dos corazones siameses, hicimos la operación inversa porque así somos nosotras. Y llegó el momento en que las risas fueron puestas a prueba por las lágrimas, y las superaron. Nuestros abrazos pueden con todo y más.
Esos dos años alejada de ti me demostraron cuanto te escribo aqui, me di cuenta de lo mucho que significas en mi vida, me dolía al respirar si no estabas a mi lado, no sabía qué hacer en ningún momento, la situación más fácil se convertía en imposible porque no te veía junto a mí; y es que me habían arrancado el corazón, no era yo si no era contigo. Y volviste, en un momento en que necesitaba tus palabras como el mar necesita agua para vivir. Y me salvaste de ahogarme, eso que tan bien se te da.
Me encanta saber que estarás conmigo siempre, en esta amistad incondicional que ha superado pequeños baches y grandes abismos de soledad.
Gracias por demostrarme que las medias naranjas también existen fuera del amor.
Te quiero, Alejandra.

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